El Castillo-Fortaleza de Santa Pola, una historia de piratas
A lo largo de la provincia se pueden observar ciudades y pueblos que han colocado sus castillos en la parte más alta de su orografía: Villena, Sax o Alicante son ejemplos de ello. No es así en el caso de la Fortaleza de Santa Pola (una de esas visitas obligadas en Santa Pola) y hoy sabremos el porqué de su especial ubicación.
Castillo-Fortaleza de Santa Pola: la experiencia de 5 siglos
Escribir sobre el Castillo-Fortaleza de Santa Pola es hablar de reyes, virreyes y nacimiento de ciudades. Es hablar del Mediterráneo, de ataques, de atracos y de piratas (sí, piratas) pero también de turismo y de cultura. Cada piedra que la compone guarda en su interior casi cinco siglos de historia, de evolución de una ciudad y ¿para qué negarlo? De experiencia.
Hoy en día, afirmar que vives en la costa mediterránea es prácticamente un sinónimo de calidad de vida alrededor del mundo. Y es que somos unos privilegiados. Podemos disfrutar de atardeceres rojos que se difuminan en el horizonte, de una gastronomía variada, envidiable, y de amores de verano llenos de arena y sal. Ay, verano, ¡qué poco nos queda para verte! Pero este mismo hecho a mediados del siglo XVI era muy diferente. Vivir cerca de la costa significaba trabajar duro, por y para el mar, y vivir con temor de que todo el esfuerzo se perdiera en un saqueo pirata.
El Castillo-Fortaleza de Santa Pola, una barrera contra los piratas mediterráneos
Seguramente, al leer la palabra “piratas” en los párrafos anteriores se te hayan venido a la cabeza nombres como Barbanegra o el Capitán Morgan. Puede que incluso, si eres cinéfilo, hayas pensado en Garfio o Jack Sparrow. Lo cierto es que la personalidad de todos esos piratas que aparecen en las novelas y en las recreaciones de Hollywood están basadas en historias despiadadas de saqueadores marítimos sucedidas alrededor del mundo y, cómo no, también en el Mediterráneo. No vayas a sorprenderte ahora, ya hemos hablado de las grandezas de nuestro clima. Somos así, nos gusta tener de todo y eso para amantes de lo ajeno, como lo son los piratas, era un reclamo perfecto. Precisamente para defender la costa de los ataques de todo este tipo de bandoleros marítimos es por lo que se mandó construir el Castillo-Fortaleza.
La defensa de una ciudad, el nacimiento de otra
Resulta irónico pensar que lo que empezó siendo una construcción para defender a la ciudad de Elche, tuviera como resultado el nacimiento de Santa Pola. En 1553 el Virrey de Valencia, D. Bernardino de Cárdenas, encargó al ingeniero italiano Juan Bautista Antonelli la construcción de un Castillo-Fortaleza cercano al mar. Nada tenía que ver el lugar con lo que es hoy en día. A su alrededor no había nada, solo una vasta extensión de terreno. Esto le convertía en una zona vulnerable a los ataques de los piratas berberiscos. Planificar la construcción de la fortaleza cambiaría todo.
Cuatro años más tarde, en 1557, la imagen del lugar estaba completamente alterada. Poco quedaba del terreno desierto y sin vida. Ahora se levantaba una construcción de arte militar renacentista, de planta cuadrada que contaba con dos baluartes y dos torreones en las esquinas nordeste y sudeste. En ella, claro está, vivía gente. Uno de esos baluartes sirvió como vivienda para el duque hasta el siglo XVIII. El segundo, se destinaba a hospedar al rey en sus visitas. Siendo un edificio pensado y diseñado para la defensa no podían faltar pabellones en los que los soldados descansaran y desarrollaran su vida. Concretamente, había 24 pabellones destinados a este fin. El interior del Castillo- Fortaleza también contaba con dos almacenes, un aljibe en el centro de la plaza, dos cañones, dos hornos de pan, una ermita y por supuesto un clérigo que oficiara la misa. El lugar había cobrado vida.
Tabarca, la isla vecina, también se empezaba a poblar. Lo curioso es que, mientras que la todavía no nacida Santa Pola se armaba para defenderse de los peligros que llegarán del mar, la isla les daba refugio. Piratas y corsarios esperaban en el atolón el momento perfecto para el motín. Los soldados del Castillo-Fortaleza debían estar siempre alerta y preparados vigilando la zona. Esa seguridad invitaba a muchos campesinos a construirse pequeñas casas alrededor. Según los archivos, en 1761 el número de soldados que protegían la zona había aumentado a 15 y alrededor ya se contaban 26 vecinos, unos 100 habitantes. Una cifra que fue aumentando en pocos años, solo cinco después se contaron “tres docenas de casas”. En 1794 el número de vecinos se registró en 870. Éstos centraban su economía en la agricultura y la pesca. Las mujeres y niños se dedicaban además a la fabricación de cordel para fábricas de Alicante. Cuantos más vecinos, mas infranqueable se hacía la zona para los ataques de piratas que fueron cayendo poco a poco en el olvido.
Si las redes sociales hubieran existido por entonces, el recordatorio de 1812 nos devolvería fotos de un lugar de casas bajas, de calles «limpias» y de grupos de personas disfrutando de la temporada de baños. Una ciudad estaba naciendo “Lugar nuevo de Santa Pola” conseguía la independencia de Elche y empezaba la construcción de su ayuntamiento.
Santa Pola independiente
A finales del siglo XIX la provincia de Alicante era la mejor fortificada de toda la Comunidad Valenciana. Esa sensación de seguridad hizo que los mercaderes de Cartagena trasladaran su vida y actividad a Alicante que duplicaba así su población. Poco quedaba de aquella imagen desierta de 1553, cuando se mandó construir el Castillo- Fortaleza, “Lugar nuevo de Santa Pola” era prácticamente una aldea. El rey Alfonso XIII fue consciente de ello.
En 1877, Alfonso XIII organizó una visita al Castillo-Fortaleza. En la plaza los habitantes le recibían entre vítores, con sus mejores galas y palmas en las manos. Todos estaban emocionados por su presencia y no era para menos. Desde ese mismo año, el rey les concedió el rango de Villa. Ahora sí, nacía Santa Pola.